Los matones del Mossad y otros servicios de "inteligencia" deben tener un perfil similar; eso creo que nadie lo duda. En "Walk on water" el director Eytan Fox nos presenta como Eyal es designado para hallar el rastro de un ex-oficial nazi supuestamente muerto.
La historia, aunque predecible, transcurre bastante bien. Nos pasean por Turquía, Israel y Alemania, nos muestran algunos aspectos de la sociedad Israelita, nos presentan superficialmente las relaciones con los palestinos; todo esto mientras Eyal cumple con su misión de hallar al viejo nazi.
Todo va bien hasta los últimos quince minutos de película donde todo se convierte en una novela en la que subliminalmente el director intenta hacernos creer que un agente del Mossad puede tener corazón, hasta en el momento más importante de su misión.
Sin embargo, y para mi sorpresa, en un extracto de entrevista publicado en la reseña del Circuito Gran Cine el director expresa uno de los objetivos que perseguía con su película (que contradice mi apreciación):
[...] Estoy convencido de que los israelíes siguen obsesionados con el Holocausto y su posición de víctimas; por eso no ven que se han convertido en agresores, causando dolor y sufrimiento a los palestinos. Creo que para ayudar a los israelíes a comprender lo crueles que se han vuelto es necesario que lleguen a hacer las paces con un pasado traumático. [...] por eso decidí contar una historia en la que un hombre conecta con sus sentimientos más profundos y consigue cambiar enfrentándose al acontecimiento más aterrador de su pasado.
A pesar de estos detalles, y las posibles interpretaciones, la película es sin duda una buena opción en nuestra desolada cartelera de cine de principios de año.
vemeko | 9/01/2007 - 10:40 PM | Cine